ORENSE: «He llegado a recorrer 100.000 kilómetros al año en el taxi»

ORENSE: «He llegado a recorrer 100.000 kilómetros al año en el taxi»

Como presidente de la asociación de taxistas luchó por el descanso semanal.

Fuente e imagen: lavozdegalicia.es

 

 

Con más de cuarenta años de profesión, Felisindo Gómez Quintas es de esos ourensanos que ha estado toda su vida relacionándose con sus vecinos, en la calle. Taxista de profesión, ahora jubilado, comenzó en 1972 a trabajar. Cuando ni siquiera existían los taxímetros. «Cobrábamos 15 pesetas a cualquier punto de la ciudad y 20 pesetas si era a la estación», explica. Tenía 15 años cuando llegó a Ourense desde un pueblo de Sandiás. Empezó a trabajar con su padre y a los 21, mientras esperaba la llegada de un camión nuevo, llevó un taxi. Un año después, con la ampliación de las licencias, consiguió el suyo propio. Desde entonces fue el número 62. En aquel momento 86 taxis recorrían las calles de la ciudad. «En esos años Ourense era como un pueblo. Se hacían muchos viajes, no solo en la ciudad, llevábamos a mucha gente hasta Verín, Xinzo y O Barco», recuerda.

Durante sus más de cuarenta años al volante no tuvo ninguna multa y solo un incidente grave. Un atraco que a pesar de haber ocurrido en 1974 relata con claridad. «Llevé a un chico portugués desde la estación de Ourense hasta Verín. Por el camino me fue contando toda su vida y al final me sacó una navaja y me pidió el dinero. Se lo di, bueno se lo tiré, y no me resistí. A los pocos días lo cogieron», dice. La mayoría son buenas historias. «Los clientes se desahogan con los taxistas, yo siempre fui una tumba», explica y añade: «Muchas veces escuchabas ciertas cosas… y te tenías que morder la lengua para no replicar. El trabajo era sagrado».

Felisindo Gómez nunca condujo de noche, aún así subraya que la profesión de taxista te impide estar el tiempo que uno quiere con su familia. «Son muchas horas y es necesario tener algo de tiempo para estar con la familia. Ahora que estoy jubilado disfruto más con mis nietos de lo que lo hice con mis hijos», explica.

Fue presidente de la asociación de taxistas durante once años. Durante ese tiempo muchas cosas fueron cambiando. Algunas frutos de la sociedad y otras por la necesidad de poner orden en el sector. Recuerda, entre otros cambios, el haber conseguido el descanso obligatorio de un día a la semana -hoy son dos-, que la parada de la Alameda permaneciese en su lugar tras la remodelación, el hecho de poder coger a un cliente en cualquier parada de taxi -antes cada uno tenía una asignada- y la implantación del radiotaxi, entre otras medidas.

Se jubiló justo antes de que la crisis hubiera llegado con fuerza y ahora, desde la lejanía, ve como las cosas no marchan demasiado bien en el sector. «Los mejores años fueron entre finales de los setenta y principios de los ochenta. Llegué a hacer 100.000 kilómetros al año, cambiaba de coche cada cuatro años», recuerda. Felisindo Gómez esperó para jubilarse. Se veía bien para seguir, con fuerzas, pero fue consciente de que no llegaban buenos tiempos. «He sido muy feliz en mi profesión», resume.

Felisindo Gómez quintas

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